12.22.2009

El país reciclado

El país reciclado
Damos vueltas y no entiendo la seña, nos paramos en la esquina a esperar, destellos rojos y azules nos alertan. La policia de Chacao muy bien la esquina pues a unos pocos pasos la el barrio de Bello Monte es una caja de Pandora que expele a buenos y malos en busca de sudores de otros cuerpos, el delirio de la caña y ese jolgorio de país quinceañero que hoy en 2009 brinda caramelos de cianuro menos idealistas.

Miguel, nervioso, mira a todos lados, un chico con un cabello empeñado a golpes en ser rubio y tez morena abre la puerta y se sienta a mi lado; hace la entrega, el maletín del siglo XXI es mucho más discreto, el plástico aguanta todo. El chico me ve de reojo, como relamiéndose con el botín que no es suyo, mientras que, sentada en las piernas de mi guia tengo menos remilgos en la búsqueda de piel.

Las cosas han cambiado en 40 años, las explosiones de encantadores trenes que esparcieron al aire fragmentos de pies y manos; tras el aquí no ha pasado nada y la muerte de Victorino, el nuevo orden se alzó a fuerza de sangre y fuego. Ya nuestro maletín no subvierte nada, pero quizá si contribuye con la causa, le echamos leña al foquito incendiario, a nuestra coca ancestral y a la defensa de nuestra izquierda revolucionaria.

El extraño se baja en el Budare del Este, en busca de una catira o una pelua que calme los truenos que no le dejan hablar con fluidez. El maletín descansa en el bolsillo de la camisa de Miguel y el aire del carro se impregna de polvo mágico, todos ríen y se burlan entre si mientras rodeamos la Plaza Isabel la Cátolica. Vamos a para a Barrabar dónde el ya gastado paquete mantiene el miedo a las sirenas, al menos de esta Delia moderna, porque Miguel hace años que perdió el miedo, el polvo mágico es como red bull “te da alas”. Ahora el riesgo es otro, quizás porque el poder es otro, pero tener una generación embebida de fantasmas y superpoderes no es malo mientras sea lucrativo.

La decadencia de olor a orine es otra, nosotros, herederos, escribimos nuevas historias con nuestros 20 a medio navegar, ya no pisamos las calles rancias, pero la idea del bohemio nos arrastra de bar en bar por un poco de desconcierto, de disociación, paliativo cuando el chico del maletin se hace inaccesible, nuestra ciudad es lo que queramos, la decadencia que nos persigue se parece a Transpoiting y no nos importa, queremos más “realidad virtual”. El sonido de Alfredo Naranjo vuela en el aire rojo y turbio, el cigarrillo hace difuso el espacio, el ron no me basta, yo no tuve polvo blanco y me falta fiesta.

Un poco mareados nos vamos al carro, se acabó la fiesta, de nuevo ronda, el carro viejo pasea sin destino, todos duermen, el martes no hay juerga, recorremos las baldías calles de las Mercedes, El Teatro ya echo a sus vampiros a la calle. Finalmente la Frasca de Toledo nos acoge botella de Whisky mediante, un Red Lebel para cuatro destruye mis sentidos, conforme hablamos de flamenco, arte y devaneos literarios, le huimos al infierno de balas y miseria, rodando como una todo terreno hacia otra parte.

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